Saturday, April 4, 2009

La vida es física


La vida fisica

Si casualmente en la mitad del camino entre la ciudad y la casa a la que vinimos a vivir se rompiera el tren, nos caería como piedra sólida la certeza de que andábamos viviendo en mitad de la nada. Roto el tren y nosotros en medio de este vastísimo despoblado, perderíamos la cantidad suficiente de velocidad como para tener que, así de pronto, reconocer… ¿Qué cosa?... esa esquina blanqueada de este país en la que terminamos por reunirnos, la visión más saludable del mundo, la grama más libremente domesticada.
Por supuesto es otro baldío, pero en nada recuerda nuestro baldío original. Entre estas casas recién pintadas y nuestros pueblos derrumbados hay cientos de diferencias aparentes, pero hay sobre todo una gran, gran, diferencia fundamental. Aunque aquí tampoco nos gusta vivir, esto lo escogimos nosotros.
En la casa todo el mundo está de paso, y por eso tienen siempre algo que contar. La verdad es que la anecdota y el aire del que la sabe propia es su más célebre posesión. Nosotros no tenemos nada más. No es que actuemos como pobres o estemos desamparados pero estamos de viaje y llevamos años así; derrochamos hasta el colmo nuestra natural posibilidad de conservar.
Estamos conscientes de que nuestra casa resalta por lo simple y sabemos que es triste y está húmeda, pero aún así. Es que no la vemos con ojos de pobladores. Ya que somos habitantes temporarios estamos dispuestos a conciliar, me da la impresión de que pensamos con la memoria y nos perdemos de los detalles.
Así, decía que podemos llegar a ser más, pero recientemente somos sólo cuatro; la alemana que no come carne y no violenta el ecosistema, el argentino y Melissa que es española, pero nacida en Escosia. Ella, debo decir, tiene fabulosas complicaciones. Cuando la conocí me pareció una muchacha exótica, pero eso fue solamente una constatación visual, lógicamente y asociada a su forma de hablar estudiada: la cadencia muy propia y ese decir las cosas con absoluta convicción, pero decirlas como susurrando, lo suficientemente perturbador y adicionarle su pelo rojo, su planta insumisa; la parte más viva del cuerpo mientras todo lo otro era un poco lento… lento porque Melissa era lánguida y blanca como una mujer antigua, una dama pálida de las que someten el ejercicio de respirar al atasco de un cinturón brevísimo. Melissa tenía las carnes de una diminuta muchacha china y las afiladas clavículas que le recordaban, sobre todo a ella, la incontenible existencia de su osamenta europea.
***
Melissa terminó por vivir en una pensión de estudiantes internacionales que adueñaba una mujer de Bangladesh. Lo de la casa no era lo más terrible, pero sí lo de la casera: uno punto cincuenta centímetros de furia pura y un deseo inconveniente y voraz de conseguir, a cualquier precio, algo de aprecio de los demás, resultado: una especie de huérfana eterna y también, lo que fue siempre para nosotros un tétrico y deslucido villano. El único afán legítimo de Shanaz, el único interés capital que podía cautivarla era el de colectar los dólares de la hipoteca mensual. A todo lo demás que existe en este mundo habría podido otorgarle alguna temporal importancia, pero nunca le daría, como le dio a la casa, su coraje y su devoción.
La compró para vivir en ella y evitarse la existencia de una casera triste, vieja y envidiosa que no la dejara pensar. Quería entrar y salir a cualquier hora, pintar las paredes de un color que produjera alguna sensación, perder el tiempo mudando cajas y macetas, echarse a dormir en cualquier parte., más o menos todo eso que al final ella nunca nos dejó hacer. Era su casa, claro, de ella que había querido siempre tumbarse durante meses sobre alguna cosa que, aún si pesara y existiera triste y monótonamente, sí, le fuera propia.
Compró la casa porque se figuró una vida de tres cuartos, sólo que eso no sucedió. Primero la casa, después la cámara de fotos y el resto: asador al patio, piscina inflable, verja blanca –inútil-, las lucecitas de navidad. Todo lo que es capaz de existir limpia y fotográficamente, ya que legalmente no le pertenecía en lo absoluto. Así era: estatuto legal en trámite, los sobrecitos esos que semanalmente se van al país. Hipotecar, sí, otros cuatro cuartos arriba, el tiempo y esperar lo que todas, que de un momento a otro, justo cuando ya no lo andaba buscando, llegara, finalmente, la redención marital, el buen hombre, con el que no hay que tener miramientos de nada, un Ciudadano, el amigo de los débiles, alguien que la cuide a ella. Sólo que tampoco sucedió.
Siete espaciosas habitaciones y una sala de estar. Nadie para verla mover cosas de un lado a otro de los cuartos, ver que el tiempo sí pasa, madurar, -aún no propiamente envejecer-. En medio de todo esto las cuentas creciendo. Las siete espaciosas habitaciones fueron mediocremente seccionadas por ella y así nació la pensión de estudiantes de Shanaz.
Poco antes de colectar los catorce incautos también apareció el buen hombre, el queridísimo Frank, el ciudadano, uno que descrito rápidamente se definía técnicamente como un lugareño sin casa. El tipo que colgaba las puntillas era el obediente de Shanaz. Ella era una terrible casera, no cabía duda, cobraba rentas de usura por catorce medias habitaciones en las que era difícil respirar, pero igual, en todo caso a nadie era capaz de torturar con eso simplemente, el asunto era de otra índole. Ella y Frank se quedaron también en la casa queriendo hacer lo que todo el mundo suponía como una vida conyugal, sólo que parece que no sucedió y ella seguía buscándole razones de peso a su vida. Hacia cursos de todo lo que se ofreciera en el barrio y compraba montones de naranjas y encendía velas y fingía con esmero que se preocupaba por los demás. La verdad era que andaba por todas partes escondiendo la emoción de fastidiada. Sabía que la gente se daba cuenta y se fastidiaba más. La conclusión de todo eso es, casi siempre, hacer dilemas de oficio, es decir, fastidiar. Puede ser que todo fuera por Frank, no sé. Era una terrible casera. Pero no podemos afirmar que no le quisiera a él. En lo que hace respecta, no cuestionamos los motivos de una mujer así.

2 comments:

  1. COTE! Una description exacta de nuestra vida en el "chateau". Me has refrescado la memoria de muchas vivencias bonitas y, tambien, de los malos momentos. Pero convengamos que nos ha dado un enemigo comun y muchas razones para reir.

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  2. Excelente!! como un cuento para que recuerdes que ahora todo va mejor o mejor dicho que podría ser mucho peor!!! Ja, ja, ja.....
    Un abrazo. Cuky.

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